viernes, 20 de junio de 2008

Cazadores Modernos

Por Buho.


Las facilidades proporcionadas por la vida “moderna” son muchas. Muchísimas.
Cuando me pongo a pensar en el hombre pre-industrializado más que caerse, a mí se me contraen los huevos.
El tipo tenía que levantarse todos los días, verano, primavera, otoño, invierno, a cuidar sus plantitas, matar a los bichos sin insecticida, regar sin manguera, tomar mate sin termo (y ya se pueden dar una idea de cuál es el punto).
Y eso en el mejor de los casos. Sino el tipo se tenía que levantar, agarrar una lanza, las boleadoras, y sin cafecito mañanero de por medio, salir por ahí en busca de un pedazo de carne (que en caso de encontrarlo, encima lo tenía que correr, porque ésta carne tenía patas).

Está bien, algunos idealistas pueden hablar que la vida en la ciudad es enferma, tóxica, sucia y te deteriora rápidamente. Que el contacto con la naturaleza te da una vida plena y armoniosa.

Yo la verdad eso no lo sé.
Pero como a los osos panda del zoológico de Pekín, que si los librás a su suerte en la naturaleza en cuestión de un par de días se los morfan las hormigas, si a mí me mandás al campo con una lanza, lo más probable es que termine comiendo pasto y manteniendo una relación amorosa con una oveja (1).
Ahora más allá de esa “gran verdad” (2) que acabo de mencionar, hay algo que no se puede olvidar. Esta historia de las ciudades industriales, qué tiene?... 250 años?

El homo sapiens sapiens tiene unos 35.000 años de existencia (por lo menos eso dicen los huesos de nuestra especie más viejos encontrados).
Y 250 en 35.000…

Procurar el alimento sigue siendo la básica de la vida. Al menos para mí.
Esto es algo que las revoluciones de los últimos siglos no han modificado demasiado, y los 35.000 años de experiencia genética así lo demuestran.

Yo me incluyo dentro del grupo que voy a nombrar los “cazadores modernos”.
Éstos son tipos que de mañana se bañan con agua calentita, se toman un cafecito, se ponen camperas y gorros para caminar 7 u 8 cuadras y no perder el calor mientras arriban a la oficina.
En la oficina el clima es agradable, las sillas son cómodas, hay máquinas que con solo apretar un botón te escupen café, café con leche, chocolate, capuccino (y algunas hasta escupen algo llamado “leche manchada”, al que solo los más osados se atreven a probar).
Claro que tienen que lidiar con otros humanos de esta especie, y esa no es tarea nada fácil (pongan muchas ratas adentro de una pecera y observen el resultado). Pero físicamente el grado de confort es óptimo.
Esta especie se pasa 8 horas en su hábitat de oficina y luego regresa a pernoctar a su guarida.
Ahora, es entre la oficina y el descanso cuando se despiertan los genes arcaicos y afloran en el espíritu de estos individuos.
Llega la hora de procurar la comida. La hora de la cacería.

En este momento el cazador moderno utiliza diferentes armas de las que dispone: bolsa para mandados, envases, tarjetas del cajero automático.
Los peligros que enfrenta al dirigirse al supermercado no tienen nada que envidiar a los peligros de la cacería en el bosque. Mientras recorre las cuadras que lo separan del centro comercial deberá estar atento a todo. La visión periférica y el estado de alarma se activan y alcanzan su máximo potencial.
En el camino se enfrentará con otras tribus de cazadores modernos que buscarán arrebatarle el sustento.
Se le acercarán a procurarle “monedas para el vino” cuando no “un cigarro, un cigarro ahí?”.
Su tercer ojo estará siempre apuntando hacia atrás, atento a un posible ataque punga por la retaguardia.

Una vez arribado al supermercado observará minuciosamente en busca de personajes sospechosos 360° en derredor, para luego disponerse a ingresar al cajero automático.
Cerrará la puerta y mientras retire los billetes controlará que la suma concuerde con lo solicitado, evitando olvidar la tarjeta.
Dentro del super sorteará obstáculos de todo tipo: viejas pajeras que dificultan el tránsito con el carrito, empleados malhumorados, guardias de seguridad que lo vigilan “por su seguridad”, entre otros.
Generalmente de las cajas disponibles elegirá la que más demora (aún siendo ésta la que menos personas en espera tenga).

Cargado con bolsas llenas de alimentos regresará a su guarida en condiciones de mayor vulnerabilidad, sorteando ahora también un sinfín de excrementos de perro depositados en las veredas. Si tiene suerte ninguno de estos animales se cruzará en su camino, pero es probable que reciba algún saltito cariñoso, sumándole un par de kilos extra a la tensión de sus brazos.

Al llegar a la guarida intentará sacar las llaves, abrir la puerta e ingresar lo más rápido posible.
Si se cruza con algún vecino le dirá “buenas”, para obtener en un 80% de los casos el silencio como respuesta.

Como habrán apreciado, la aventura diaria del cazador moderno es diferente en su soporte con la de su antepasado Cro-magnon, pero en esencia continúa siendo la misma.



(1) Esta no es ningún tipo de metáfora alusiva a nuestra columnista.
(2) In a Iorio sort of way.


Fuentes:

Dougal Dixon, Barry Cox, R.J.G. Savage y Brian Gardiner. Enciclopedia de los dinosaurios y animales prehistóricos. 1988. Plaza y Janes.
Al Bertino, Dave Detiege. Rugged Bear. Originally Released on October 23, 1953. Walt Disney Studios.
Dick Shaw, Bill Berg. No Hunting. Originally Released on January 14, 1955. Walt Disney Studios.
William R. Bosch. Goofy: Freeway Phobia No. 1. Originally Released on February 13, 1965. Walt Disney Studios.


Links:
Donald Duck - No Hunting
Donald Duck - Rugged Bear
Goofy - Father's Day Off
Goofy - Father´s week end
Goofy - How to Sleep
Tiger Trouble (Disney 1945)

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lunes, 16 de junio de 2008

Episodios de una perdedora 03.


Por Oveja

Este es un episodio cuya protagonista no es la aparente perdedora, sino la que creyó tener una a su lado y concluyo serlo ella misma, descubriendo una heroína.

El teatro colmado para asistir a la cuarta función no programada de un artista versátil, innovador, exitoso pero sobre todas las cosas: tierno. El novio ideal, que nunca alcanzaremos. No un galán generador de histerias, sino un tímido, dulce, gracioso y creativo poeta: Jorge Drexler.

Me acomode junto a mi hermano en un palco alto, desde donde no se siente el aliento del artista, sino más bien se lo ve distante como un espectador. Quedó un asiento vacío a nuestro lado. Supusimos sería una localidad sin completar, ya que esta función no estaba programada. Nos equivocamos, porque llego ella. Sin superar el metro 60 y seguramente sin alcanzarlo tampoco, enfundada en una pollera corta, que no catalogaríamos de minifalda sexy, sino de pollera anticuada y apretada. Si fuera un personaje de serie adolescente americana, sería seguro la perdedora nerd. Sumado a eso, asistía a un espectáculo público sola, lo cual sumado a su apariencia –que en este mundo aunque pese moralmente admitir: importa- no hacía sino reforzar su imagen de “perdedora”.

Caí en ser un digno miembro de esta sociedad de apariencias y juzgamientos y bromeé con mi hermano diciéndole que era su día de suerte por sentarse a su lado.

Comenzó el espectáculo y ella desenfundó una cámara fotográfica digital, como quien asistiera al recital de Arjona, y estuviera allí para deleitarse con la imagen del artista, no con su música o sus versos.

Drexler comienza a interactuar con el público y nuestra compañera de fila, desaforada, comienza a gritar haciéndose oír a pesar de su localidad nada privilegiada. Entabla una charla con el artista. No tiene vergüenza. Está allí para disfrutar plenamente.

Pasan algunas canciones y ella reclama a viva voz que el cantante invite a su prima a interpretarla. Nuevamente entablan una conversación.

Yo a su lado, tímidamente tarareo las canciones intentando que mi voz no opaque al artista.


Dibujo: Derrick Fish

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